Fuente: Comité de Gobernadores de la Reserva Federal, 3 de marzo de 2023
En muchos países económicamente avanzados hay escasez de mano de obra en un momento en que se prevé un crecimiento económico bajo o incluso negativo. Esta falta de mano de obra tiene su origen en los muy diversos y aún poco conocidos efectos de la pandemia, unidos al envejecimiento de la población y al nuevo régimen de inflación.
Como muestra el gráfico del trabajo de la Reserva Federal, por ejemplo, la covid aceleró las jubilaciones en Estados Unidos, lo que refleja que la voluntad de cambiar de estilo de vida se vio posibilitada por el colchón del ahorro, que aumentó gracias a los planes de ayuda a los hogares y por la reducción forzosa del consumo durante dos años. Esta jubilación anticipada contribuye a un marcado descenso de la tasa de participación de la población activa, acentuado por la reducción del número de hogares con dos ingresos y agravado por el desarrollo del trabajo a tiempo parcial, que también es significativo de un cambio en las aspiraciones, porque el valor del trabajo ya no es lo que era.
La pandemia también ha generalizado el teletrabajo, cuya productividad a largo plazo aún está por medir tras el entusiasmo inicial que despertó. Cualquier disminución implicaría una mayor necesidad de mano de obra, ya agravada, al parecer, por el importante tiempo de inactividad debido a los casos de covid persistente.
Más allá de este factor sociológico, el coronavirus también ha reducido considerablemente la inmigración; ¿cómo optimizar las políticas migratorias en una época de relocalización de la producción estratégica y de envejecimiento concomitante de la población, que reduce la mano de obra disponible? ¿Cuánto debe durar la vida laboral en un contexto de envejecimiento demográfico? El caso japonés, donde el envejecimiento ha ido acompañado de pleno empleo y una escasa actividad económica, debería plantear interrogantes.
De hecho, parece que en épocas de inflación el mercado laboral se mantiene robusto a lo largo de mucho tiempo durante las ralentizaciones económicas — o incluso las recesiones — porque el crecimiento del volumen de negocio de las empresas que permite el aumento de los precios enmascara la realidad del debilitamiento de los volúmenes de ventas y retrasa la decisión de reducir personal, en particular mediante despidos. El ajuste del mercado laboral es tardío y brusco en una recesión con inflación.
El inevitable regreso de los problemas para llegar a fin de mes y la consideración de la próxima caída de la actividad contribuirán a una normalización parcial del mercado laboral, pero no borrarán los efectos de las nuevas aspiraciones sociológicas ni del envejecimiento. La mano de obra seguirá siendo estructuralmente escasa.