En un esfuerzo por reactivar su economía, las autoridades chinas parecen decididas a relajar sus políticas en varios frentes: el sanitario, el normativo, el presupuestario y el monetario ¿Llevará esto a un repunte de la renta variable china?
Recientemente, Pekín ha cambiado el tono de su discurso para apoyar a una economía en plena desaceleración. Esto contrasta con los demás grandes bloques económicos y con su propia ortodoxia, que pesa sobre las bolsas chinas desde hace más de un año.
En el ámbito de la salud, el Gobierno central ha reiterado en los últimos días sus recomendaciones para el levantamiento de las medidas de restricción y prevención del covid demasiado agresivas. En el plano normativo, las autoridades también están reduciendo la presión o incluso aflojando el control.
Desde el punto de vista monetario, el coeficiente de reservas obligatorias volvió a bajar en primavera. Los tipos de interés de referencia se redujeron por segunda vez este año, al igual que los de las líneas de crédito a medio plazo. El objetivo es estimular la inversión (con la concesión de más préstamos por parte de las entidades de crédito), apoyar la demanda de vivienda (el sector inmobiliario representa el 25% del PIB chino) y, con ello, a la economía. Se trata de un contrapeso bienvenido cuando los bancos centrales de los países desarrollados endurecen sus políticas en un contexto de recesión cíclica.
La recuperación del crédito debería ser una de las claves del repunte económico del «Imperio de los mil millones». Y a partir del segundo semestre también se espera que se noten los efectos de otras medidas que buscan estimular la demanda interna: aceleración del gasto en infraestructuras (con el adelanto de las emisiones de deuda de las administraciones locales), recortes fiscales para las empresas y ayudas a los hogares con menores ingresos.
Todos estos elementos podrían —por fin— sustentar a la renta variable china.