Ahora que los debates celebrados en el marco de la COP 26 acaban de concluir, resulta urgente actuar a favor de la transición energética para cumplir el objetivo de la neutralidad de carbono en 2050, afirma Michel Wiskirski, gestor del fondo Carmignac Portfolio Climate Transition.
Michel Wiskirski: Aunque el panorama no pinta totalmente negro, los compromisos asumidos en la última década representan, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), menos de un 20% de los esfuerzos que deberían desplegarse para cumplir el objetivo de neutralidad de carbono contemplado por la Unión Europea para 2050. Por tanto, debemos acelerar la transición energética.
M.W.: El mundo no está invirtiendo de forma suficiente para satisfacer sus necesidades energéticas futuras. Aunque el gasto asociado a la transición está aumentando de forma paulatina, la dinámica resulta insuficiente y los recursos asignados son demasiado pequeños para hacer frente a la demanda de servicios energéticos de forma sostenible.
M.W.: La financiación es claramente el talón de Aquiles. Se hacen grandes anuncios políticos. Pero cuando toca llevar las cosas a la práctica, vemos que las buenas intenciones no se traducen en hechos. No debemos subestimar la lentitud de la burocracia, como ocurre sobre todo en Alemania y Estados Unidos.
M.W.: El Acuerdo de París, adoptado hace seis años, pretende limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales. Para lograr este objetivo, recordado en la COP 26, las inversiones anuales en proyectos e infraestructuras de energías limpias deberían aumentar en casi 4 billones de dólares para 2030, según la AIE. Las inversiones efectuadas hasta la fecha representan solo unos cientos de millones al año.
M.W.: Existen múltiples factores detrás de este aumento de los precios. La falta de inversión en energías verdes no es la única explicación. No obstante, el insuficiente desarrollo y puesta en marcha de nuevas estructuras de producción de energías renovables sin duda ha tenido mucho que ver, ya que las necesidades energéticas han vuelto a un nivel muy cercano al que existía antes de la crisis de la COVID-19. Sin embargo, nuestras actuales capacidades de producción de combustibles fósiles y energías renovables son insuficientes para satisfacer esta demanda. Para que la transición energética tenga éxito, no debemos reducir nuestro consumo de combustibles fósiles sin al mismo tiempo aumentar en gran medida la inversión en energías renovables. A día de hoy, se han puesto en marcha muy pocos proyectos para desarrollar energías alternativas. En este contexto, a fin de no generar un nuevo problema para resolver otro, la transición energética debe llevarse a cabo de modo inclusivo.
M.W. : La producción de energía es una cadena muy compleja a escala mundial en la que participan muchos actores. Y no basta con prohibir la venta de calderas de gas o de vehículos diésel, ni con detener la explotación de nuevas minas de carbón para afrontar el reto de la transición energética. También es necesario implicar a las compañías petroleras y gasísticas con vistas a que produzcan lo suficiente para satisfacer las necesidades, al tiempo que emiten menos CO2. El desafío es importante, ya que estas empresas también forman parte de la respuesta necesaria en un marco de transición, especialmente en el actual contexto de falta de inversión. Lo que puede marcar la diferencia, y por ello debemos supervisar y potenciar, es el conjunto de esfuerzos desplegados a lo largo de la cadena de producción, desde la extracción de combustibles fósiles hasta las alternativas limpias en el surtidor.
M.W.: No, ya que la economía mundial todavía los necesita. En el caso del petróleo, hasta que se encuentre una alternativa, la demanda se mantendrá durante muchos años. Incluso cabe esperar que siga creciendo hasta 2030, tras lo que comenzará a disminuir. A partir de entonces, anticipamos una reducción acusada de esta demanda —que podría llegar a caer un 75% en 2050 respecto al nivel de 2020— gracias a, por ejemplo, un menor uso en la producción de plásticos o el desarrollo de vehículos eléctricos.
M.W. : Debemos subrayar el papel fundamental que el gas debe desempeñar en el marco de la transición energética. De hecho, aunque debemos producir más energía renovable, también necesitamos disponer en paralelo de una fuente de energía estable como el gas natural y la energía nuclear durante este periodo de transición. Por lo tanto, resulta preciso invertir para aumentar nuestra capacidad de producción de gas natural, sobre todo porque figura en la «Taxonomía europea1 » como un elemento clave de la transición energética y como una fuente de energía verde del mix energético del futuro. Pero más allá de las consideraciones económicas de la producción de petróleo y gas, existe asimismo una dimensión social que no debemos pasar por alto.
M.W.: A menudo se pasa por alto, pero alrededor de 40 millones de personas en todo el mundo trabajan directamente para la industria del petróleo y el gas, mientras que muchas regiones de los países en desarrollo prosperan gracias a este sector, o dependen exclusivamente del mismo. Por todo ello, debemos reflexionar sobre cuál es la mejor manera de apoyar a este sector en los próximos años al objeto de ayudar a la economía mundial a afrontar el reto de la transición energética.
M.W.: Aunque siempre existen excepciones como, por ejemplo, las criptomonedas, que consumen mucha energía, las nuevas tecnologías resultan esenciales para la transición energética. Son un factor sine qua non si queremos alcanzar el objetivo de la neutralidad del carbono. Gracias a ellas podremos afrontar los retos que constituyen el almacenaje de la energía renovable, la utilización del hidrógeno como fuente de energía o la captura del CO2 presente en el aire y su almacenamiento bajo tierra.
M.W.: Exacto. Su impulso es fundamental, y la agenda política del segundo semestre estuvo muy cargada en materia medioambiental. En julio, la Unión Europea detalló una hoja de ruta para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % en 2030 respecto a 1990. Al otro lado del Atlántico, el Gobierno de Biden ha hecho del clima una de sus principales prioridades desde el inicio de su mandato, por lo que se espera que incluya medidas importantes en su próximo plan de infraestructuras, o en el marco de otras iniciativas. Pero lo más destacado de la agenda climática fue, por supuesto, la COP 26. Ahora habrá que ver en qué se concretan todos estos anuncios.
M.W.: En primer lugar, en Carmignac aplicamos un enfoque global basado en nuestra capacidad para invertir, implicarnos e influir en las decisiones de gobierno corporativo a todos los niveles. En segundo lugar, contamos con un fondo especializado, el Carmignac Portfolio Climate Transition, que invierte en tres temáticas que permitirán afrontar los retos asociados a la transición energética y cumplir el objetivo de la neutralidad del carbono en 2050: 1) Productores de energía limpia, es decir, empresas que ofrecen soluciones de producción de energía renovable; 2) «facilitadores», esto es, compañías que nos ayudan a descarbonizar todos los segmentos de la economía, incluidos los que no resultan perceptibles de forma inmediata e intuitiva; 3) actores clave de la transición: empresas que se consideran problemáticas desde el punto de vista medioambiental pero a las que ayudamos a abordar el reto del desarrollo sostenible porque, a nuestro juicio, pueden aportar una solución si se les brinda apoyo.
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La Taxonomía europea es un reglamento europeo dirigido a establecer una clasificación de las actividades económicas a fin de determinar cuáles pueden considerarse «ambientalmente sostenibles» o «verdes» (Fuente : Banco de Francia)
*Escala de riesgo del KID (Documento de datos fundamentales). El riesgo 1 no implica una inversión sin riesgo. Este indicador podría evolucionar con el tiempo. **El Reglamento SFDR (Reglamento sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros, por sus siglas en inglés) 2019/2088 es un reglamento europeo que requiere a los gestores de activos clasificar sus fondos, en particular entre los que responden al «artículo 8», que promueven las características medioambientales y sociales, al «artículo 9», que realizan inversiones sostenibles con objetivos medibles, o al «artículo 6», que no tienen necesariamente un objetivo de sostenibilidad. Para más información, visite: https://eur-lex.europa.eu/eli/reg/2019/2088/oj?locale=es.
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